No están mis venas vacías, ni mi corazón detenido.
No hay frío en mi alma, ni soledad en mis pensamientos.
Lo se porque hoy volví a sentir el fuego encendiendo mi apagada vida. Con un beso tuyo. Un sólo beso.
Tus labios se acercaron hasta mi mejilla y ese simple acto destrozó en segundos una barrera que llevo años cargando.
La calidez de tu cuerpo, el sudor que humedece tu espalda y el aroma que me envuelve en tus brazos, en ese eterno abrazo que funde los límites de mi ser con el tuyo; sólo aquí fui capaz de encontrarme otra vez.
Con tu ser, con tu amor. Ese amor que sólo tu puedes entregar y que encapsula hasta el más mínimo miedo que me atormenta. Lo aisla y simplemente se lo lleva, flotando, en el espacio… lejos de ti, pero sobre todo, lejos de mi.
Y no se cuando volveré a verte… pero mientras guardaré el recuerdo de tu voz endulzando el espacio, de tus movimientos dibujando la silueta de lo perfecto; haré una escultura invisible con la ternura que me haces sentir, con el detalle de tus labios y el brillo de tus ojos.
Voy a guardar tu recuerdo en una fotografía que llevaré conmigo a toda partes, incluso a mi solitario espacio, el cual hoy con tu evanescente presencia se siente menos vacío, menos frío, mucho menos intacto.